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CINE

18 de agosto de 2017

Darín, Francella, Suar, Peretti: el Club del millón

Son los actores que sólo con su presencia pueden garantizar un millón de espectadores para sus películas.

En el ambiente del espectáculo se los conoce como “El club del millón”, porque son los únicos que con su sola presencia pueden casi garantizar esa cifra de espectadores en cada una de sus películas.

Son tres (Ricardo Darín, Guillermo Francella y Adrián Suar), pero a juzgar por su última performance con Mamá se fue de viaje, deberíamos ir agregando -o al menos gestionándole el carnet de ingreso- a Diego Peretti.

Todos convivirán en cartel las próximas semanas, porque a la de Peretti y Carla Peterson (la sorpresa del año en el cine nacional, con más de 1.500.000 de entradas vendidas) hay que sumarle El fútbol o yo, con Adrián Suar, que en sólo una semana llevó más de 370.000 personas a las salas; La cordillera (protagonizada por Darín, que se estrenó ayer); y Los que aman, odian, con Francella, que estrena el 7 de septiembre.

Ahora, ¿qué tienen en común los integrantes del club del millón, y qué los hace tan taquilleros? Sin duda, un origen popular y televisivo. Y una honesta vocación de prestigio, al que llegaron después de recorrer un largo camino.

Vayamos caso por caso y empecemos por Darín. Joven galán de TV en sus comienzos (formó parte del equipo de “Los galancitos”, con Carlos Calvo, Luis Luque, Carlos Olivieri), hizo telenovela con Andrea del Boca -Estrellita mía- y la saga de filmes de La playa del amor. Comenzó a despuntar como comediante en tele en Mi cuñado, que compartía con Luis Brandoni, y fue sacando chapa de actor serio en las películas de Eduardo Mignogna (El faro, La fuga) y consolidándolo en las de Juan José Campanella (El mismo amor, la misma lluvia, Luna de Avellaneda, El hijo de la novia, El secreto de sus ojos). En tanto, se le abría el mercado hispano -su popularidad en España es enorme- y se daba el gusto de decirle no a Hollywood: no cuenten conmigo si hay que hacer de chicano o de narco latino, parecía decir mientras protagonizaba Art en teatro durante más de diez años o se animaba a Bergman, como ahora, con Escenas de la vida conyugal.

Francella tuvo un recorrido similar. Descolló en Historia de un trepador en la tele, en 1984, y cuatro años después ya le llegaron los protagónicos con De carne somos y Los Benvenuto, telecomedias familiares. En cine también hacía sus palotes con filmes comerciales como Los bañeros más locos del mundo y Brigada cola. Y cada vez que volvía a la TV, lograba un éxito: Poné a Francella o Casados con hijos. Un día decidió apostar por otro tipo de cine e hizo un papel en Rudo y cursi, un filme mexicano en el que elogiaron mucho su actuación. Entonces profundizó ese camino, subiendo al escenario mayor de Hollywood junto a Campanella, para recibir el Oscar al mejor filme extranjero por El secreto de sus ojos. Y en esa genuina vocación de prestigio, hasta hizo teatro con Alfredo Alcón (Los reyes de la risa, 2010-2011).

Suar, por su parte, casi que nació en la tele. Vemos su cara desde Pelito (1983), un ciclo infanto juvenil en el que hizo sus primeros pasos. Fue pasando por las ficciones de Canal 13 hasta que a mediados de los ’90 decidió ser productor de su propio programa, Poliladron, y con Pol-ka cambió las reglas de juego de la TV argentina, imponiendo mayor calidad en la realización. Buscó denodadamente su prestigio y produjo también a Alcón, en cine (Coen vs. Rosi) y en TV, donde protagonizó junto a él la miniserie Por el nombre de Dios. Este año lo comenzó ganando el Martín Fierro como mejor actor de unitario por Silencios de familia y lo continuó haciendo teatro con otro actor de nivel superlativo, Julio Chávez, en Un rato con él.

Y si vamos a incorporar al club a Peretti, no olvidemos que su popularidad la ganó también en la tele. Primero, con “El Tarta”, su personaje en Poliladron, y luego, con Emilio Ravenna, el cerebro de Los simuladores, programa del que también fue guionista. Psiquiatra además de actor, Peretti supo trabajar con Darín en La señal (Suar y Francella compartieron en teatro el éxito de La cena de los tontos, por lo que vemos que todos los caminos se cruzan). Y Wakolda, la película que filmó con Natalia Oreiro, tuvo una precandidatura al Oscar.

En fin, que popularidad y prestigio pueden ir de la mano si atrás tienen al talento y la perseverancia como guías.

       

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